jueves, 3 de septiembre de 2009

TOPKAPI, puerta de entrada
















Construido entre 1459 y 1465 por orden del Sultan Mehmet II, Topkapi Palace puede perfectamente ser el lugar ideal para empezar a descubrir Istanbul. Su enorme grandiosidad, que se hizo publica en 1924, da fe de lo que espera por verse en cada rincón de esta ciudad. Hacia allá nos encaminamos después de comprar agua en una tiendita cercana y conseguir hielo (toda una proeza) en el bar del hotel. Andamos hacia Topkapi con los mejores augurios.
Majestuoso, el palacio, en lugar de ser un sólo edificio, es un conjunto abigarrado de pabellones que bordean cuatro patios enormes a semejanza de las tiendas de campaña de los antiguos nómadas otomanos. De modo que lo mejor es recorrer cada pabellón con tranquilidad y disfrutar de sus tesoros; quiere la suerte que entremos por la “Puerta de la felicidad”, que da acceso a los pabellones donde se guardan las exhibiciones valiosísimas del museo y directamente nos lleva al salón del trono.
Es casi imposible definir la ostentosa belleza de estos salones y sus paredes de azulejos de belleza impactante o sus marcos de hojilla de oro en un estado de conservación verdaderamente increíble. Dentro de algunos pabellones vemos trajes imperiales, joyas hermosas, artefactos difíciles de imaginar, y lo que más me impresiona: broches para el turbante del Sultán en los que la profusión de piedras preciosas y materiales nobles desafían el mejor intento de descripción. Casi al final del recorrido nos resguardamos en lo que eran las estancias privadas del Sultán para su esparcimiento. Discretísimos salones que desembocan en una serie de fuentes, al fondo de las cuales se alza un hermoso baldaquín de oro para uso exclusivo del Sultán mientras contemplaba las mujeres de su harem. Harem que está abierto al público y que constituye la parte fundamental del recorrido, tanto como el salón del manto sagrado. Pecado y redención por un módico precio extra.

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