martes, 29 de septiembre de 2009

Un rito desconocido









A ver: pasa uno toda la vida asistiendo a bodas, se sabe uno de memoria el ritual, es casi capaz de contestar cada una de las elaboradas preguntas e intervenciones de todos los que participan en una ceremonia de ese tipo y de pronto, se viene uno para Grecia a participar de una boda más y resulta que ahora si es verdad, que se queda uno sin parámetros. Esta cosa es completamente distinta a todo lo que uno supone es un rito de matrimonio, y la verdad es que tiene mucho de interesante; pero también mucho de incomprensible pues entre otras cosas, los novios jamás se dijeron el uno al otro ni que se amaban, ni que se respetarían, ni que estarían juntos hasta que la muerte los separe. En esta ceremonia el único que habló fue el Pope, a quien algunas veces le contestaba las oraciones el mismo sacerdote “auxiliar”, solitario cantor, que abrió la ceremonia. El resto del tiempo lo disfrutó el celebrante haciendo alegorías sobre las bodas de Canaan, según lo poco que pudimos entender, y tratando de aprender a pronunciar correctamente el nombre del novio. Hubo, eso si, intercambio de coronas entre los novios, ayudados por los padrinos y tres vueltas alrededor del altar para finiquitar el asunto. A pesar de la sensación de rareza, sentimos que estamos viviendo una ocasión irrepetible y nuestros corazones se alborotan de contento.
Concluida la ceremonia salimos al patio de la iglesia para fotos, abrazos, cigarrillos, recuerdos y todo lo habitual. Los tíos, Rayi y yo tratamos de averiguar la mejor forma de llegar a la fiesta y hemos conseguido un buen guía. Nos vamos de rumba.

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