sábado, 5 de septiembre de 2009

La Cisterna de la Basílica









Regresamos a Sultanahmet para conocer La Cisterna de la Basílica, que en realidad no es una basílica de nada y aunque nunca descubrimos el origen de ese nombre, tenemos la certeza de que es una de las visitas indispensables de la ciudad.
La Cisterna de la Basílica es una bóveda cavernosa construida en el siglo VI por orden del emperador Justiniano para satisfacer las necesidades de agua del Gran Palacio. Hoy, lo que se visita es una enorme caverna húmeda que exhibe majestuosamente 336 columnas de mármol, perfectamente alineadas en 12 filas de 28 columnas, a distancias de 4,90 metros entre cada una, con capiteles Iónicos y Corintios y muy poca o ninguna ornamentación, que sirven de soporte a techos abovedados de exactitud asombrosa con un área total de 9.800 mts2. (Si consideramos que fue construida en una época en la que no existía ni el compás, la cosa empieza a dejarlo a uno y su tecnología como para el zafacón)
Casi a la salida, dos columnas son las vedettes de la visita: reposan sobre cabezas de Medusa y nadie sabe, o quiere admitir, como llegaron allí. Acerca de su origen se tejen todo tipo de leyendas, pero la verdad es que no son otra cosa que la prueba que inculpa a los guerreros bizantinos de su afición a lo ajeno, o al reciclaje, si somos benignos. Ellos saqueaban monumentos anteriores y reutilizaban sus piezas de manera bastante desordenada. Se supone, pues, que las medusas de la Basílica fueron puestas ahí para marcar el lugar sagrado dedicado a las ninfas acuáticas. Pero todavía nadie ha regresado para contar la verdad y nosotros estamos extasiados agradeciendo a los bizantinos su locura. Jamás habíamos visto una medusa…y Rayi no se convirtió en piedra.

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