miércoles, 9 de septiembre de 2009

La tranquilidad de la primera noche



Son alrededor de 1800 personas, en su mayoría españoles, cuyos destinos literalmente, están entremezclados con el vaivén suave de la navegación y el diestro maniobrar de un capitán italiano. Como en todo, hay de todo: Jovencitas lindas con cara de aburridas, señoras que parecen estar dándose una segunda oportunidad, familias enteras que se apiñan y se comunican con otras familias enteras, y pocas parejas solitarias que buscan una manera de disfrutar su soledad.
El barco, como todos los de su tipo, ofrece diversión dirigida y montones obscenos de comida. En cada piso hay una opción para pasarla bien al estilo normal de quien se divierte con poco, y en la cubierta principal confluyen de muchas maneras, no solo los apetitos, sino también los deseos de este grupo de turistas despreocupados.
Nos vamos al teatro pues anuncian un espectáculo de variedades musicales que no pasa de ser un remedo de un cabaret del trópico. Temprano decidimos irnos a dormir para esperar por nuestro primer puerto, Esmirna.

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