sábado, 12 de septiembre de 2009

MYKONOS, la parada que no fue



¡Claro que tenia que sucedernos!
Se han desatado las furias del Egeo y a bordo, los aterrados pasajeros deambulan como pueden por los interminables pasillos del aburrimiento.
Las cubiertas están cerradas y no hay forma de asomarse a ningún resquicio público, así como no hay tampoco forma alguna de tener 5 minutos de privacidad o de diversión. Todo está revuelto, revuelto como el mar picado y embravecido que lanza de esquina a esquinas las sillas de nuestro balcón y tiene al barco convertido en una coctelera.
Se suponía que íbamos a Mykonos. No fuimos. El puerto de Mykonos está cerrado.
Busco una esquina en la que pueda fumarme un cigarrillo tranquilizador y soy informado que a las puertas de cubierta, en los pisos 5 y 6 todos lo están haciendo.
Voy hasta allá. En efecto, un grupo grande de españoles me acompañan en el cigarrillo, haciendo todo tipo de comentarios bobos sobre el percance. Mientras fumo, la pregunta filosófica de profundo contenido humano necesaria en estos casos, termina de llegar hasta mis labios:
¿QUE COÑO ESTOY HACIENDO YO AQUÍ?

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