martes, 8 de septiembre de 2009

Para romper un hábito, no hay nada como comer bien



El desayuno promete un día de múltiples emociones y la renuncia gustosa a uno de mis hábitos más definitivos: nunca tomo visitas guiadas en un país extranjero. Sencillamente me fastidia montarme en un autobús, rodeado de asiáticos, para mirar por la ventanilla los paisajes, mientras un guía bien intencionado me cuenta lo que aprendió en libros de historia.
En Capadoccia no hay otro remedio; o tal vez si, pero prefiero claudicar. Hay muchas formas de conocer esta región, nosotros optamos por la más cómoda y menos cara: contratamos con una agencia local, un “tour” que nos llevará a los lugares más importantes.
La van nos recoge en el hotel a las 9:30 de la mañana, después de un desayuno sabrosísimo en el que nos hartamos de Tapenade y el mejor pan blanco que he probado en años. Por supuesto, tenemos un grupo de pasajeros coreanos y una adusta pareja de japoneses junto a nosotros, además de una familia hindú que rebosa de todo menos simpatía. Guiados por EZRA, una agradable guía turca que nos recibe hablando un ingles bastante decente, partimos hacia nuestro destino más inmediato: Una mirada panorámica a los valles de Capadoccia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario